Autobiografía 2a. entrega

Hola amiguitos, no puedo expresar con palabras el gusto que me da el ver que me han recibido tan bien.

Nos quedamos en que a santa madrecita no le había bajado, no es así?

Pues bien, al ser tan ignorante y tan estúpida pues ella no sabía que pedo le estaba pasando, seguía trabajando todos los días en la pulqueria de la rancheria y ya se habían hecho costumbre que las noches de los viernes y los sábados mi tata grande organizara la gran cojida con mi santa madrecita cobrando sus 50 centavos por palo y ella no cabía en su orgullo al saber que con tan poco esfuerza colaboraba tan ampliamente con el mantenimiento de los vicios de papá a tan punto que ya era rara la vez que la golpeara hasta dejarla inconciente... Para su desgracia, yo me empeze a hacer notar y la panza comenzó a crecer.

Al principio la abuela pensó que eran lombrices pues esto era muy frecuente entren su patética progenie, pero al ver que a la niña cada vez le crecía la panza por más purgas que tomaba la llevaron a ver al chaman local quien les dio la fatídica noticia... Mi santa madrecita estaba preñada.

Mi tata grande

Nononononono mames!
Putizóta la que les acomodo ese día tata grande a todos en casa para averiguar quién era el ojete que había dejado panzona a mi santa madrecita, pues para que agarrara práctica para los fines de semana todos los hermanos se la culiaban, cuando muy en el fondo el sospechaba que había sido el mismo quien de tanto cojersela la había embarazado.


Al ser la deshonrra de tan venerable patriarca, madreada hasta el punto de dejarla estúpida, esa noche la corrieron de la casa y empezó su largo sufrimiento, pues a sus 14 años siendo una analfabeta embarazada no tenía muchas opciones así que se dedicó a lo que ya sabía hacer, así que sobrevivió mamando verga y teniendo sexo anal con todo aquel que no le hiciera el feo a tan famélica fémina, que para acabarla de joder estaba panzona.

Como sus ganancias no eran muchas, vivió por un tiempo escondida en un chiquero peleando con los cerdos por las sobras de la comida y robando cuanto podía, de tal manera que juntaba sus centavitos para la partera.

Como con las mamadas que daba nunca tuvo el dinero suficiente para pagarse su aborto, por mera compasión la partera trato de hacerla abortar y le metió unos ganchos, pero la fortuna quizo que yo viniera sentado y los ganchos terminarán introducidos en mi aún virginal ano, de tal manera que antes de haber nacido ya tuviera el hábito de ser penetrado analmente, que más adelante de tanto me serviría... Sobra decir que mi santa madrecita no tuvo éxito en esa empresa.

Continuará...

Saludetes